Un médico vascular recomienda este sencillo gesto para reducir el riesgo de trombos en viajes largos

Un médico vascular recomienda este sencillo gesto para reducir el riesgo de trombos en viajes largos

Un médico vascular recomienda este sencillo gesto para reducir el riesgo de trombos en viajes largos

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Cuando viajamos lejos, el cuerpo paga un peaje silencioso: la sangre se vuelve perezosa, las pantorrillas se hinchan, los tobillos laten como si llevaran otro ritmo. Todos hemos vivido ese momento en el que miras el pasillo y te preguntas si levantarte estorbará a medio avión. La duda dura segundos; la inmovilidad, horas. Un médico vascular lo resume con una idea sencilla: un gesto pequeño, repetido, puede cambiar el desenlace de un vuelo entero.

La escena se repite en mil rutas: madrugada, cabina en penumbra, ventilación que reseca la boca. En el 12C una mujer se masajea discretamente el gemelo; en el 24A un chico se quita la zapatilla y rula el tobillo. El altavoz anuncia turbulencias, los carros metálicos se detienen, y la fila de baño se disuelve. Todos permanecemos sentados. En ese parón forzado, lo invisible ocurre: la sangre del retorno se ralentiza, los pies se ponen pesados, la piel de los calcetines deja una marca nueva. El secreto cabe en un gesto.

Por qué un trayecto largo incomoda a tus venas

La idea principal es sencilla y muy humana: cuando no nos movemos, la sangre que vuelve de las piernas al corazón se estanca. Un bus nocturno, un vuelo transoceánico, un coche con atascos infinitos. La postura sentada dobla la cadera y comprime las venas profundas. El reposabrazos bloquea el impulso de levantarse. La manta cubre, pero no ayuda. El cuerpo, diseñado para andar, oye “no te muevas” y obedece con demasiada eficacia.

En consulta, los médicos escuchan historias parecidas. “Llegué a casa, me duché, y noté una pierna más hinchada y caliente”, cuenta un viajero habitual de ferias. No todas acaban mal, claro. Aun así, estudios en vuelos de más de cuatro horas describen un aumento del riesgo de trombosis venosa profunda, con cifras que se mueven en un margen pequeño pero real. Personas con antecedentes, embarazo, anticonceptivos o cirugías recientes suman papeletas. El trayecto no crea el problema de la nada, pero lo despierta si ya rondaba.

La explicación es lógica. La sangre regresa por las venas con ayuda de unas válvulas que empujan a cada contracción muscular. Cuando las piernas se quedan quietas, esa “bomba” pierde fuelle. El aire seco favorece la pérdida de líquidos, bebemos menos agua, y la densidad sanguínea sube un punto. La presión del asiento marca la corva. La triada de Virchow —estasis, daño de la pared, hipercoagulabilidad— no es teoría lejana: es una combinación que el viaje pone en bandeja.

El gesto que recomienda un vascular: bombeo de tobillo

El médico lo llama bombeo de tobillo. Es un movimiento simple, discreto y eficaz. Siéntate con los pies apoyados. Eleva puntas y baja, eleva talones y baja, alternando como si pisaras un pedal imaginario. Haz círculos con cada tobillo, hacia dentro y hacia fuera, despacio, con intención. Un minuto cada 30 minutos. Tres series de 20 repeticiones si te gusta contar. Si el cinturón de seguridad está encendido, esto sí se puede. Si está apagado, levántate a dar diez pasos hasta el fondo y vuelve. Un minuto de movimiento puede pesar más que diez de preocupación.

Errores comunes: cruzar las piernas, apretar el borde del asiento en la corva, confiarlo todo a “ya me levantaré luego”. Seamos honestos: nadie hace esto cada hora. Por eso conviene atarlo a señales que ya existen. Cuando pasan el carro de bebidas, bombea tobillos. Cuando ajustas la serie o la playlist, bombea tobillos. Si notas hormigueo o calor, bombea tobillos. Si te mareas de mirar el reloj, usa la respiración: inspira hondo por la nariz y, al exhalar, activa el abdomen. Esa presión intraabdominal empuja el retorno venoso y acompaña el gesto.

“La pantorrilla es la segunda bomba del cuerpo. Si la pones en marcha sentado, reduces la estasis y ayudas a que las válvulas venosas trabajen”, explica la cirujana vascular Marta Gómez. “No hace falta gimnasio ni pasillo libre. Hace falta acordarse”.

Para quienes tienen más riesgo —cirugía reciente, trombosis previa, cáncer activo, embarazo— el consejo se personaliza con su médico, a veces con medias de compresión graduada. Y conviene llevar un pequeño plan de viaje que no estorbe a nadie.

  • Señales de alarma: hinchazón asimétrica, dolor en pantorrilla al apretar, zona caliente o enrojecida.
  • Qué evitar: alcohol en exceso, sed prolongada, prendas rígidas que marquen la corva.
  • Kit útil: botella reutilizable, medias de compresión (si te las indicaron), recordatorio en el móvil.
  • Frecuencia realista: 1 minuto de bombeo por cada media hora sentado y una caminata corta cada 90 minutos.

Lo que mueve la sangre, mueve el viaje

Este gesto no compite con nada. Convive con tu forma de viajar y le da un margen de seguridad. La ciencia habla de riesgos relativos; la vida, de hábitos que encajan o no encajan en la maleta. Si vas en ventanilla y te da corte molestar, el bombeo te salva el tramo. Si viajas en tren, aprovecha los pasillos anchos para caminar suave mirando el paisaje. Si conduces, planifica paradas cortas y mueve tobillos en los peajes. La mejor prevención no se nota desde el asiento de al lado.

Hay quien prefiere medias de compresión, quien bebe agua como un ritual, quien programa el reloj del móvil a los 30 minutos. Hay quien anota en el respaldo de su memoria aquella vez que volvió con los tobillos como pan. Cada cuerpo enseña su lengua y hay que escucharla. Lo que sí se repite es la lógica pura: si la sangre se mueve, el riesgo desciende. Y si un día se te olvida, no te culpes. Repite el gesto en cuanto te acuerdes. El riesgo no es cero, pero tampoco es una condena.

Hay conversaciones de pasillo que valen más que una clase. La persona que cuenta cómo empezó a bombear tobillos y dejó de llegar con los zapatos apretados. El auxiliar que susurra que caminar al fondo libera la espalda y la cabeza. El compañero de fila que, sin decir nada, hace círculos con los pies y te contagia el movimiento. Quizá el próximo viaje se convierta en un juego leve: cada anuncio, un minuto de bombeo; cada cambio de escena, una visita al pasillo. Ahí empieza una rutina que no pesa y sí protege.

Punto clave Detalle Interés para el lector
Bombeo de tobillo Elevar puntas y talones, más círculos lentos, 1 minuto cada 30 Previene estasis venosa sin levantarse del asiento
Factores de riesgo Vuelos >4 h, antecedentes, embarazo, anticonceptivos, cirugías Permite decidir cuándo intensificar la prevención
Señales de alarma Hinchazón asimétrica, calor, dolor en pantorrilla, enrojecimiento Ayuda a consultar a tiempo y evitar complicaciones

FAQ :

  • ¿Cada cuánto tengo que hacer el bombeo de tobillo?Un minuto por cada media hora sentado funciona bien. Si te duermes, retoma cuando despiertes.
  • ¿Sirven las medias de compresión para todos?Son útiles en muchos casos, pero deben ser de talla adecuada y, si tienes factores de riesgo, indicadas por un profesional.
  • ¿Tomar aspirina antes del vuelo reduce el riesgo?No está recomendada como medida general para trombos venosos asociados a viajes. La prevención se centra en movimiento, hidratación y, en su caso, compresión.
  • ¿Es peor el avión que el tren o el bus?Lo que pesa es la inmovilidad prolongada. Un asiento apretado y horas sin moverse elevan la apuesta, sea cual sea el vehículo.
  • ¿Hasta cuándo dura el riesgo después de aterrizar?Puede extenderse unos días. Si notas una pierna más hinchada, dolorosa o caliente, consulta sin retraso.
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