Repartir “a partes iguales” a todos los hijos suena impecable en voz alta. En la vida real, esa igualdad se atraganta. Paloma Zabalgo, abogada de familia y sucesiones, lo resume sin rodeos: dejar la vivienda familiar a todos los hijos multiplica los pleitos, rompe vínculos y acaba, más veces de las que se confiesa, en desahucios entre hermanos. El problema no es el cariño. Es el proindiviso. Y la urgencia de vivir hoy frente al recuerdo de ayer.
El timbre del despacho suena y entran tres hermanos con miradas que no se cruzan. En la carpeta, la escritura de la casa donde crecieron y los recibos que ya no se pagan. El mayor necesita vender para cerrar su hipoteca. La mediana vive allí con su hijo y dice que no se mueve. El pequeño guarda silencio, como si hablar rompiera algo. A dos metros, Paloma Zabalgo escucha y dibuja un triángulo en un bloc. Un vértice por cada herencia atrapada en la misma puerta. La casa se convierte en pólvora.
La herencia que divide: cuando la casa se vuelve un campo minado
Asignar la vivienda familiar “a todos por igual” crea un proindiviso con fecha de caducidad. Nadie manda del todo y nadie sale del todo. Los gastos corren, la convivencia aprieta y el tiempo hace su trabajo. Un heredero quiere vender, otro necesita seguir dentro, otro no puede asumir impuestos. La abogada Paloma Zabalgo lo ve a diario y lo llama por su nombre: conflicto. La intención era proteger, el resultado suele ser lo contrario. El ladrillo, sin plan, aprieta como un zapato pequeño.
Piensa en una escena común. La madre fallece, el padre ya no está, y la casa pasa a los tres hijos por terceras partes. Uno ocupa porque no tiene alternativa. Otro propone alquiler para cubrir IBI y derramas. El tercero empuja la venta. Nada cuadra. Nadie quiere pagar la derrama del ascensor ni la caldera. Se discute hasta por la bombilla del portal. No hace falta un gran dato para entenderlo. Todos hemos vivido ese momento en el que una conversación familiar se convierte en una negociación áspera.
La lógica es fría. El proindiviso genera fricciones porque requiere decisiones conjuntas y liquidez coordinada. Si quien ocupa no paga un alquiler de mercado al resto, nace un agravio. Si alguien bloquea la venta, los demás quedan atrapados. Y aparece el paso más duro: la acción de división de cosa común o la demanda de desahucio intrafamiliar. Ahí se rompen no solo llaves, también cumpleaños. La casa no es solo ladrillo; es memoria y fricción. La abogada insiste en un punto simple: heredar sin un diseño claro es invitar a que un juez haga de mediador involuntario.
Cómo desactivar la bomba: testamentos que previenen pleitos
La herramienta está en el testamento. Nombrar un contador-partidor independiente, fijar un precio mínimo de venta y un plazo de 6 a 12 meses para ejecutar la salida limita el atasco. Otra vía funciona bien: adjudicar la casa a un solo hijo —el que quiera y pueda— con obligación de “pagar en metálico” la cuota a sus hermanos en un calendario cerrado. La escritura puede incluir derecho de tanteo entre hermanos y una renta por ocupación si alguien permanece en la vivienda. Menos romanticismo, más método.
Errores que se repiten: dejar todo en proindiviso “ya se arreglarán”, no prever efectivo para impuestos ni plusvalía, olvidar el usufructo del cónyuge viudo y fiar todo a la buena voluntad. Duele escribir cláusulas duras, sí. Duele el pleito mucho más. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Un testamento claro libera a los hijos de elegir entre su pasado y su futuro. Y evita que una derrama de 3.000 euros se transforme en un juicio que cuesta diez veces más y se cobra en relaciones rotas.
Paloma Zabalgo lo sintetiza en una frase que incomoda y, a la vez, alivia:
“Dejar en herencia la vivienda a todos los hijos es un error porque incrementa los conflictos y los desahucios entre hermanos. La igualdad de cariño no exige igualdad de ladrillo”.
Ideas prácticas para blindar esa intención:
- Nombrar contador-partidor y mediador en el propio testamento.
- Evitar el proindiviso si hay alternativa real de compra por uno de los herederos.
- Fijar renta por ocupación y un calendario de pagos con garantía.
- Prever liquidez: seguro o cuenta destinada a impuesto de sucesiones y plusvalía.
- Dejar por escrito el plan B si no hay acuerdo en X meses: venta y reparto.
Lo que queda cuando baja el volumen
Hay algo que no contaba el álbum familiar: la casa tiene gastos, papeles y fechas. También tiene fantasmas, y a ellos no les gusta la notaría. Diseñar una salida honesta protege la memoria en vez de oxidarla. A veces el gesto más cariñoso es entregar a cada hijo libertad y dinero, no un conflicto compartido. Y aceptar que quien quiera quedarse con la llave pague el precio justo, sin heroicidades ni castigos.
| Punto clave | Detalle | Interés para el lector |
|---|---|---|
| Evitar el proindiviso | Adjudicar la vivienda a un heredero con compensación en metálico | Reduce pleitos y bloqueos entre hermanos |
| Plan operativo | Contador-partidor, plazos, precio mínimo, renta por ocupación | Convierte el testamento en un mapa, no en un enigma |
| Liquidez fiscal | Prever efectivo para impuesto de sucesiones y plusvalía | Impide ventas precipitadas y tensiones por impagos |
FAQ :
- ¿Puedo dejar la casa a todos mis hijos “por partes iguales”?Sí, aunque crea un proindiviso que suele derivar en bloqueos y discusiones prácticas.
- Si uno vive en la casa, ¿los demás pueden obligarle a pagar?Se puede pactar una renta por ocupación o reclamarla si hay perjuicio para los otros comuneros.
- ¿Qué opciones hay para evitar el conflicto?Adjudicar a uno con pago en metálico, fijar venta forzosa en plazo o incluir mediación.
- ¿Y si nadie puede pagar a los demás?Mejor vender con precio mínimo pactado y repartir el dinero sin arrastrar deudas.
- ¿Qué cláusulas ayudan de verdad?Contador-partidor, tanteo entre hermanos, calendario de pagos y renta si hay ocupación.







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